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Ser humilde como Cristo lo fue

Aprende a desarrollar la humildad como la de Cristo a través de ejemplos escriturales y el poder de la oración.

Uno de los atributos de Cristo es la humildad. Vemos este atributo encarnado por los Santos en las escrituras, y también por el Salvador mismo. Para mejor entender cómo desarrollar la humildad, primero aprenderemos qué es la humildad. Luego, veremos una herramienta que podemos utilizar para poner la humildad en práctica.

Humildad de los Santos

Para aprender a ser humilde como Cristo lo fue, primero tenemos que entender qué significa ser humilde en el sentido escritural. Un gran ejemplo y explicación se puede encontrar en Alma 32, cuando Alma enseña a los pobres en el cerro de Onida. Este grupo había sido echado de sus sinagogas por su pobreza. Alma dice que sus cargas físicas los había preparado a escuchar la palabra de Dios porque:

  • están listos para aprender del Señor (Alma 32.12)
  • están listos para cambiar, o sea, arrepentir (Alma 32.13)

Asi vemos que dos elementos importantes de la humildad espiritual son estar listos para aprender del Señor y estar dispuestos a cambiar debido a lo que aprendemos. Ahora, veamos ejemplos del comportamiento de Cristo para ver otras lecciones sobre la humildad.

La humildad de Cristo

Una de los primeros ejemplos de la humildad de Cristo toma lugar en la existencia pre-terrenal, en el Concilio de los cielos, cuando Dios presenta su plan de salvación. Cristo se pone como voluntario como nuestro Salvador (Moisés 4.2), y también Lucifer lo hace. Pero lo que hace que el Salvador destaque es que Él dirige toda la gloria a Dios a pesar de su papel central. Lucifer quería gloria y poder, y para “levantar [su] trono por encima de las estrellas de Dios” (Isaías 14.13), pero Cristo evita la vanidad y el orgullo, tomando sobre sí esta carga tan esencial con una actitud mansa. Esta mansedumbre es clave para ser humilde.

Luego vemos a Cristo en la tierra, en la carne, preparándose para su ministerio. Él va con Juan el Bautista y pide ser bautizado. Juan dice que Cristo no tiene necesidad de entrar en las aguas del bautismo, ya que Él nunca ha pecado. Pero Cristo entiende que no solamente tiene que ser un ejemplo para nosotros, sino que Él también tiene que someterse a la voluntad y los mandamientos de nuestro Padre Celestial. Asi vemos que someternos a la voluntad de Dios es humildad.

We can find some other salient examples of Christ submitting to God’s will, too. When Christ teaches The Lord’s Prayer, He makes it very clear that God’s will takes priority:

Podemos encontrar otros ejemplos de cómo Cristo se somete a la voluntad de Dios. Cuando Cristo enseña el Padre Nuestro, deja bien claro que la voluntad de Dios tiene prioridad:

Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. (Mateo 6.10)

Mientras Cristo está sufriendo en el Jardín de Getsemaní por nuestros pecados, dolores y aflicciones, pide a Dios que termine ese sufrimiento y “pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26.39).

Someterse a la voluntad de Dios es probablemente el atributo más importante de la humildad, del cual se derivan todos los demás.

Entonces, resumamos nuestros hallazgos. Para ser humildes, necesitamos:

  1. estar dispuestos a aprender del Señor
  2. estar dispuestos a arrepentirnos y cambiar
  3. estar dispuestos a renunciar al orgullo y al elogio
  4. estar dispuestos a hacer la voluntad de Dios

Ahora que sabemos cómo prepararnos, veamos una de las herramientas que Dios ha proporcionado y que puede servir como vehículo para nuestra humildad.

Oración al estilo de Cristo

Al observar el ministerio de Cristo, un hilo constante fue la oración. Cristo se alineó con el Padre Celestial a través de la oración en todo lo que hizo. Pero, ¿cómo nos ayuda la oración a ser humildes? O, ¿qué hace que una oración sea una oración al estilo de Cristo?

Podemos aprender del profeta Nefi mientras reflexiona sobre la muerte de su padre Lehi. Menciona algo interesante sobre la oración:

Sí, sé que Dios dará liberalmente a quien pida. Sí, mi Dios me dará, si no pido impropiamente. Por lo tanto, elevaré hacia ti mi voz; sí, clamaré a ti, mi Dios, roca de mi rectitud. He aquí, mi voz ascenderá para siempre hacia ti, mi roca y mi Dios sempiterno. Amén. (2 Nefi 4.35)

“Dios me dará, si no pido impropiamente”. Aquí tenemos un consejo para buenas oraciones. Pedir mal simplemente significa pedir por cosas incorrectas. Entonces, ¿cómo podemos saber cómo pedir las cosas correctas? Podemos encontrar una respuesta a eso mucho más adelante en el Libro de Mormón, cuando Cristo visita a los nefitas después de su resurrección.

No pedir impropiamente

En el libro de 3 Nefi, Cristo y los nefitas están orando después de ser ministrados por ángeles. Cristo se aparta para orar en privado y luego regresa para orar nuevamente con los discípulos.

Y aconteció que cuando Jesús hubo orado así al Padre, volvió a sus discípulos, y he aquí, continuaban orando a él sin cesar; y no multiplicaban muchas palabras, porque les era manifestado lo que debían suplicar, y estaban llenos de anhelo. (3 Nefi 19.24)

¡Aquí hay algo interesante! “No multiplicaron muchas palabras, porque les era manifestado lo que debían suplicar”. Los discípulos estaban en sintonía con el Espíritu, y el Espíritu les indicó por qué debían orar.

Este verdadero orden de oración significa que nuestra voluntad está alineada con la voluntad de Dios. Cristo nos da una clave de esto en el versículo anterior:

“te ruego … que crean en mí, para que yo sea en ellos como tú, Padre, eres en mí, para que seamos uno” (3 Nefi 19.23).

Entonces, cuando estamos en sintonía con el Espíritu, estamos en sintonía con Dios. El Espíritu nos impulsará a orar por lo que Dios querría.

Podemos ver este principio en acción en el libro de Enós. Enós se dirige al desierto para cazar, y derrama su alma a Dios en oración. Después de orar por los nefitas, ora por los lamanitas, el pueblo que quiere destruir a su pueblo. Pide a Dios que preserve las escrituras para los lamanitas para que algún día puedan llegar al conocimiento de la verdad.

Dios le responde, diciendo:

Tus padres también me han solicitado esto; y les será concedido según su fe; porque su fe fue semejante a la tuya. (Enós 1.18)

¿Qué podemos aprender de la respuesta de Dios? “Mira, Enós, tus padres ya han pedido esto, y yo ya iba a hacerlo. Realmente no necesitabas perder tiempo pidiendo.” ¡Para nada! Esta es en realidad una respuesta increíblemente especial. Dios está diciendo: “Enós, has pedido lo mismo que tus padres fieles me pidieron. Ellos querían lo que yo quiero. Ellos eran uno conmigo, y tú también lo eres.”

Conclusión

Alinearnos con la voluntad de Dios requiere humildad. Debemos admitir y aceptar que Su plan es mejor que el nuestro, y debemos estar dispuestos a hacer cambios en nuestras vidas y seguir lo que el Señor nos manda. Ser humildes es para nuestro beneficio, no para el de Dios. Él quiere bendecirnos. Solo necesitamos pedir esas bendiciones que tiene reservadas para nosotros, las cuales el Espíritu nos impulsará a pedir. Y al escuchar al Espíritu, seremos guiados y purificados por él a lo largo de nuestras vidas hasta que “le [veamos] tal como es” (1 Juan 3.2, [[Moroni 7.48]]).